Asistimos a un contexto regional en el que la derecha avanza y obtiene triunfos en varios frentes, como la toma del poder en Argentina y el inicio de golpe parlamentario en Brasil, hechos que han debilitado sustancialmente las fuerzas progresistas de la región y que ya tienen repercusión en instancias regionales que fueran símbolo de los nuevos tiempos de integración latinoamericana como UNASUR, que súbitamente ha ralentizado su capacidad de convocatoria y acción política.
Particularmente en Venezuela,país siempre bajo el asedio interno y externo desde que comenzó la revolución Bolivariana, este avance de la derecha se expresa en el redoblamiento del acosoal actual gobierno.La restauración conservadora de las élites tradicionales arremete con fuerza tras dos décadas apartada del poder político y con serias cortapisas en lo económico,de hecho, ya ha logrado tomar el poder legislativo gracias a un sistema electoral y una democracia que siempre detestó. Esta es la primera victoria y poder real que obtiene, pero aún insuficiente para poner bajo su control el resto de los poderes públicos del Estado. En Venezuela existe una división pentapartita del poder y a los tradicionales Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial, se añaden los Poderes Electoral y Ciudadano. Con excepción del primero, el resto está en manos de las fuerzas revolucionarias. Además, el camino se le antoja difícil a la oposición por no poseer mecanismos de forzamiento y abuso de la legalidad como el impeachment que se desarrolla en Brasil contra Dilma Rousseff o el juicio político que sacó del poder a Fernando Lugo en Paraguay. Un golpe de Estado tradicional como el que apartóa Manuel Zelaya de la presidencia de Honduras tampoco parece una posibilidad factible, las Fuerzas Armadas venezolanas, formadas bajo criterios democráticos durante el gobierno de Hugo Chávez tendrán un fiel apego a la Constitución de la República, al menos por tres años, hasta que los altos mandos actuales se jubilen.
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